Novedades industriales

18 de junio de 2010
Llegamos a Durán: viaje en un tren ecuatoriano


Ecuador está viviendo un gran resurgimiento de su industria de transportes. Durante años, su sistema ferroviario, una de las principales formas de transporte del país, se ha ido deteriorando y, en la mayoría de las zonas, es inutilizable. El presidente, Rafael Correa, ha afirmado que renovará el sistema ferroviario. Desde su elección en el año 2006, ha mantenido su promesa.

El 18 de junio de 2010, llegué a Durán (Ecuador) en viaje de negocios para ver los nuevos vehículos ferroviarios y los patios de maniobras. Hubo un tiempo en el que esta ciudad era la principal estación ferroviaria de la región costera. Durante sus años dorados, el 90 % de la economía de Durán y Yaguachi dependía del sistema ferroviario. Pero eso ocurrió hace muchos años y, hoy en día, solo son aldeas que se han quedado por el camino.

Los vagones eran hermosos. A pesar de tener 50 o 60 años, se habían restaurado con una bonita madera pulida, cuero grueso y cortinillas de encaje en las ventanas. Fue como retroceder en el tiempo.

Había un murmullo de excitación de todas las personas en el patio de Durán. A pesar de que no sabía exactamente por qué estaba todo el mundo tan emocionado, supe que trataba de algo importante. Entonces, se me acercó el director del patio y nos dijo que iban a subir al tren para hacer un viaje de prueba. Me preguntó si me gustaría acompañarles. Obviamente acepté la invitación. A nadie más le habían ofrecido esa oportunidad y comencé a darme cuenta de por qué había aquel ambiente de entusiasmo. Sería la primera vez que los vagones atravesasen esta parte del país en los últimos 30 o 35 años. Un viaje de 24 kilómetros de Durán a Yaguachi. Subí al tren mientras la antigua máquina de vapor de hacía 80 años se preparaba para el viaje.

Todas las personas que había en el tren estaban muy emocionadas. Solo había unas 20 personas en mi vagón. Había coches de policía delante del tren preparados para escoltarnos al salir de la estación. A medida que el tren atravesaba la ciudad, se oía el silbido de la máquina y la gente salía de las casas y de los negocios de los alrededores. Los coches de policía iban a la cabeza de la ruta del tren para detener el tráfico en los pasos a nivel y no había semáforos ni barreras para proteger a los vehículos y a las personas de las vías con tráfico repentino. Tanto los niños como los adultos corrían y saludaban. Al salir de la estación, pude observar a familias enteras, padres y madres con sus bebés en la cadera y sus hijos pequeños parados a sus pies contemplando el tren con asombro. Un tren que funcionaba, algo que la mayoría de las personas que se encontraban al lado de las vías no había visto en toda su vida.

Los medios de comunicación registraban el acontecimiento. Era una celebración. Y ahí estábamos nosotros, viajando con la historia. Tras años de pobreza y desesperación, había emoción y esperanza ante el futuro de las comunidades de esta ruta.

A medida que avanzaba por las vías, vi a personas que salían de sus chozas por el camino. Corrían hacia las vías gritando y saludando, con una gran sonrisa en la cara. Los perros querían cazar al tren corriendo al lado de él mientras ladraban ante algo tan desconocido para ellos. Los guardavías iban al lado de la máquina y llevaban unos palos largos. El tren se detenía y estos guardavías utilizaban esos palos para levantar los cables de la línea de energía y que el tren pasase por debajo de ellos. En efecto, no había habido actividad en aquellas vías durante mucho tiempo, así que los cables de la luz estaban demasiado bajos para que el tren pudiera pasar por debajo de ellos.

Escuché que la gente gritaba mientras levantaba las manos: "¡Viva Correa! ¡Viva Correa!" ¡Larga vida al presidente! Los niños contemplaban atónitos el paso del tren que chirriaba a través de los campos. Los ancianos estaban exultantes y sus ojos reflejaban el optimismo de su juventud, lo que resultaba aún más conmovedor.

La estación de Yaguachi era nueva y estaba hecha de una madera muy hermosa procedente de la zona del litoral. A medida que el tren entraba con éxito en la estación, la gente aplaudía su llegada.

Cuando bajé del tren, las personas se reían y hablaban, se abrazaban y se estrechaban la mano. Todos los viajeros estábamos encantados de haber formado parte de aquel viaje. Se está reconstruyendo el sistema ferroviario y con él llega la esperanza.

Harán falta muchas traviesas de madera para completar esta tarea. El gobierno pensó que tendrían que aprovechar los árboles de Huayacán y Moral Fino, de lo más profundo de la selva amazónica. Solo quedaban pequeñas zonas de estos árboles y cortarlos causaría un gran daño ecológico para esas áreas. Algunos de los árboles amazónicos están al borde de la extinción. Realmente no había suficientes árboles en Ecuador para garantizar la renovación y la obtención de un sistema ferroviario seguro. Este proyecto podía resultar devastador para el futuro de las zonas boscosas; sin embargo, de lo contrario la pobreza continuaría arrasando las zonas pobladas. A través del esfuerzo del trabajo realizado por su gobierno, están encontrando otras opciones que no perjudican el futuro de su ecosistema, como importar las traviesas de otros países. De esta forma, confían en que podrán preservar la selva amazónica ecuatoriana evitando talar los árboles.